jueves, 9 de julio de 2009

tisana

acrílico sobre papel, 40 x 40 cm. 2009

Nada te turbe;

nada te espante;

todo se pasa;

Dios no se muda,

la paciencia

todo lo alcanza.

Quien a Dios tiene,

nada le falta.

Solo Dios basta.

Santa Teresa de Ávila (1515-1582)

jueves, 18 de junio de 2009

enseres domésticos


Y en el sofá estiradas
Y limpias y corteses
Relatan las muñecas
Lo que pasó a los peces

Eliseo Diego


¿Qué son los enseres domésticos? instrumentos para cocinar, cubiertos, platos. Más aún: libros, triciclos, cacharros. Imagino mi cabeza como un obscuro depósito donde busco a tientas objetos y les doy sentido: un cuchillo y un tenedor cortan carne en el mundo de la razón; pero en la obscuridad del inconsciente se mezclan con animales y se convierten en seres híbridos. Elegantemente podría llamarlos quimeras. Pero prefiero decirles bichos, cachivaches, trebejos, tiliches: porque existen en la perplejidad y en la memoria.

Me han preguntado “qué quiero decir” con mis bichos. La respuesta la encontré en la obra del más extraño pintor del renacimiento: El Bosco. Durante siglos le han tratado de hallar sentido pero no dan pie con bola. Esa es mi respuesta y la gran lección del Bosco: lo real del arte es su misterio. Cuando se pinta es mejor sacar las cosas de lo más hondo y acto seguido, guardar silencio.

Los cuentos de Julio Cortázar me enseñaron que las cosas no deben tener una apariencia coherente para ser reales: el alma es inasible y se nutre mejor con lo no clasificable. Por ello he puesto mucha atención a mis cachivaches: los observo, los escucho y de vez en cuando les aplico sendos cuestionarios.

He descubierto cosas curiosísimas: sé que rechinan porque nadie les pone aceite, que les gusta discutir toda la noche y son aficionados a los patines; que compran libros sólo si tienen letras bonitas (adoran la tipografía Bodoni); que son muy exigentes a la hora de tomar el té y no suelen acompañarlo de galletas, salvo en ocasiones especiales. Tengo esta certeza: si un bicho me sorprende cuando brinca de un papel en blanco, entonces sé que es verdadero.

Francamente mi deuda más grande es con una vieja película: Travesuras de una bruja, donde la bruja novata reanima enseres domésticos y vuelve a la vida un ejército de viejas armaduras para vencer al ejército alemán. Sólo un niño puede ver la realidad en todo este asunto.

Por eso, me animo a afirmar lo siguiente:

Creo en la alquimia, en la transmutación de un objeto en otro. Por eso, una bicicleta puede ser un pez al mismo tiempo.

Creo en la magia, en la extracción de vida y recuerdos de objetos abandonados, cotidianos, reales o imaginarios. Por eso una tetera puede compartir un chisme con un pájaro dodo.

Tal vez estas cosas sólo suceden en mi mente y afortunadamente, se necesita ser un poco niño para ello. Así pues, los cachivaches son guardianes de un jardín interior donde puedo seguir ensayando embrujos para sobrellevar la cotidianeidad de un mundo que le dio la espalda a la magia.